Una vez allí, lo pasé bien calladita mis tres primeros meses, ¡¿se lo pueden imaginar?! El inglés era lo peor que llevaba en el instituto y me dije al acabar: “no quiero saber nada más del inglés” …y… ay ay…, en fin que iba a saber yo las vueltas de la vida, y hoy me alegro de que no exista esta barrera. Esto va por todos los que se consideran tan patosos como yo en esto de los idiomas, ¡que se puede!. ;D
En la Real Academia Superior de Amberes, en un principio no sabían donde meternos pues era el primer año de erasmus para ellos (y ya no se iría al Hoger Instituut), éramos como apéndices molestos para los profesores, je, je. Nos buscamos la vida y con tela más barata conseguida e imprimación de cola de conejo, realicé unos 32 cuadros, aún hoy y a pesar de los cambios bruscos de temperatura y la humedad que soportan se mantienen en buena forma.
Este fue mi primer cuadro allí. Así me sentía, como un perro solitario que deambulaba por el puerto y sus calles empedradas bajo la luna llena de Amberes. En esos meses llegaba el frío invierno y con él la llegada de una mala noticia. Una amiga, de esas que uno dice que están llenas de vida y siempre te animan a salir, nos dejaba tras una corta y dolorosa enfermedad. Ese mismo doce de octubre que yo llegué a Amberes. Me dieron la noticia un mes más tarde. Aquí quisiera recordarla con una sonrisa, con su sonrisa, a Trini, por todo lo que nos brindó y más.
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