A mi llegada a Amberes no conocía ninguno de los artistas de los que me hablaban, hasta que descubrí que nuestro español transforma todo aquello que toca y nada es como creemos.
Me maravilló el espacio del cual disponían para el cuarto año de pintura, un enorme local para sólo siete personas, y pensar que en nuestro centro no se podía dar un paso atrás sin tropezarnos con el caballete del compañero. ¡Qué bien, pensé!
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Pocos profesores nos prestaban atención, pero siempre alguno lo hace y en mi caso, recuerdo a Pat Harris y Fred Bervoets, con este último mi obra se fue transformando.
![](https://3.bp.blogspot.com/_GJqdFbfoHSU/SLnoeDbDIEI/AAAAAAAAAu0/f8YrdkVNqWQ/s400/mi+yo_blog.jpg)
133,7 x 69,5 cm.
Experimenté lo que era pintar con un escobillón y es que poca gracia le hacía mis pequeños pinceles y lo marcado del dibujo para su visión académica de lo que es Pintura, «la mancha ante todo». Discutíamos en nuestro torpe y omnipresente inglés, pero aún así nos entendíamos. Fuí cediendo a lo que me proponía, mi pincelada se fue soltando más y más, mantuve el color y la luz haciendo aguadas como si fuesen grandes acuarelas.
![](https://4.bp.blogspot.com/_GJqdFbfoHSU/SLnoBxBJK1I/AAAAAAAAAus/WWVEyz3jufM/s400/caballo_blog.jpg)
179,3 x 138,6 cm.
Y su causa fueron unas pequeñas acuarelas que le había enseñado, su luz, lo que más le maravilló y no es de extrañar si comparamos su grisácea luz con la de mi tierra tan blanca que casi ciega.
179 x 104,8 cm.
El tamaño de los soportes también creció, así como la dinámica y ritmo en la elaboración de los cuadros. Si hasta ahora para mí lo normal era elaborar cuadro por cuadro en función de un objetivo, allí se hacían varios a la vez y la obra era completamente personal, probablemente por estar en el último curso.
Me parece fascinante ver el cambio que se genera en un lugar y en otro, en nuestras vidas y como consecuencia en nuestros trabajos.
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